- “Mi propuesta es
la teoría del caos, adaptada a mi manera; despides a treinta de golpe en vez de
uno a uno y en ese estado tan desproporcionado de sorpresa que provocas,
consigues que nadie reaccione. Eso acojona mucho”. – Le comentaba el Director
de Recursos Humanos al resto de responsables presentes en una reunión de una
empresa de gestión de reformatorios juveniles en Madrid -.
- “Desde luego,
que bien aprendiste esas teorías de izquierdosos perroflautas cuando eras
representante sindical, Ismael, no me gustaría ser tu enemigo, por esa
capacidad que tienes de manejarte en el engaño”- comentó el Gerente -.
Ismael, comenzó a
sudar copiosamente, no sabía si por algún sentimiento de vergüenza o por alguna
reacción física de su orondo corpachón que a veces le jugaba malas pasadas.
Así fue como Sara,
pasó a engrosar las filas del paro, pasando de su despacho de Psicóloga,
decorado de manera ecológica y funcional, a un banco en el Parque del Retiro,
donde le llevaron sus pasos sin definir aquella mañana de Mayo. Pensaba en lo
que puede cambiar la vida en un minuto, aunque le costaba hacerse a la idea que
lo pudiera provocar una decisión arbitraria, de alguien que transmitiera un
sentimiento tan profundo de desprecio a los que le rodeaban, por su amoralidad,
falta de criterio y aspecto poco agraciado. Encendió un pitillo y pensó: -“Soy
psicóloga y como tal debo utilizar mi mente racional o neocórtex y no permitir
que me capture la amigdala. Tengo que ser proactiva y pensar que las crisis son
cambios y que saldré reforzada. Mientras cobro el subsidio, me hago un viaje,
pierdo peso, comienzo a correr y me pongo guapa, como esa chica que viene
corriendo por allí”.
Al pasar a su
altura, Sara, mira fijamente el letrero de la camiseta de la atractiva y sonriente
chica en medio de su pecho recauchutado y lee:” Las chicas buenas van al cielo,
las malas a todas partes”
-“Pero que coño”
–piensa-.
Con la
determinación de su inteligencia emocional y la ayuda sin fisuras de un grupo
de chicos, que lo darían todo por ella como pago al cariño y ayuda recibidos
durante su andadura profesional en el reformatorio, urdió un plan que denominó:
“Teoría del caos”, cuyo fin era provocar el mayor daño posible de manera
simultánea al causante de su giro vital.
Choni se encargaría
de la hija, Lolo y Rafita de su mujer, Hicham de la casa y Lino del coche. Ella
misma visitaría a Ismael en su despacho.
Cuando se dirigía
hacia allí, era consciente de su determinación y de la rabia que sentía ante
tanta arbitrariedad e injusticia, corrupción e impotencia que se vivía en la
sociedad actual y pensó que había dejado de ser una ciudadana ejemplar. Se
imaginaba saliendo en la red como una especie de vengadora social, apoyada por
muchos y eso la reforzaba en su irracional determinación.
Sara abre los ojos
lentamente, parpadea. Chasquea la lengua y nota sabor dulzón a Jack Daniels.
Se siente un poco
mareada, se sitúa y reconoce el salón de su casa. Sobre la mesa hay restos de
tabaco de liar, su mechero Zippo, un vaso vacío, al igual que la botella y un
ejemplar de “Escritos de un viejo indecente” de Bukowski. En ese instante no
puede distinguir si todo ha pasado en la realidad o en los efluvios alcohólicos
de su siesta de tarde de sábado, aunque mantiene un recuerdo muy real. Se ve
ella misma encañonando a Ismael, fijándose en el redondel de la marca que deja
la presión que ejerce sobre su cara, mientras maniatado y de rodillas, con el
torso desnudo, suplica por su vida, aterrado de miedo y vergüenza pues desde
adolescente le provocaba gran ansiedad que una mujer pudiera ver al natural la
desmesurada barriga que le tapaba por completo los genitales, confiriéndole un
aspecto grotesco similar a algún tipo de homínido en estado de evolución.