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domingo, 7 de abril de 2013

El hijo


Leo es un joven de 16 años. Aparentemente es igual que los demás, aunque al conocerle, hay algunos detalles que le hacen diferente. Su tatuaje del antebrazo izquierdo que reza: pepinilloconanchoa@hotmail.com en letra gótica, su costumbre de dormir con un mono de trabajo, incluso en verano, adquirida tras superar la infancia y las incursiones nocturnas del abuelo a su cama. También hay que resaltar el profundo deleite que experimenta cuando se pelea y ve brotar la sangre en su rostro o en el de su contrincante, su falta de apego hacia las cosas materiales, su habilidad quirúrgica para detectar los puntos débiles de otras personas y aguijonearlas hasta hacerles perder el control, la variedad de etiquetas con las que le han llamado la retahíla de psicólogos que ha conocido en las distintas residencias de protección donde ha vivido (TDH, trastorno disocial, desorden afectivo, etc). Tampoco olvidemos  que nunca conoció a su madre y que el único recuerdo de su padre sea en el suelo en posición antinatural tras haber bebido toda la tarde...
Sin embargo, a pesar de que a Leo le gusta creerse único, tiene cuatro rasgos inconfundibles para toda la tribu adolescente, que a su pesar, le hacen formar parte de ella. Siente miedo ante el futuro, se “raya” con cierta facilidad, podría estar todo el día picoteando y tiene intacta su capacidad de amar, que descubrió al conocer a Lucas, un educador de su última residencia que le hacía sentirse querido, relajado, protegido e importante, y que con solo mirar su antebrazo izquierdo experimentará la misma sensación de serenidad que con su presencia, manteniendo la certeza de que nunca le dejará sólo. 

1 comentario:

  1. los lucas tienen-tenemos que hacer muchos roles en una figura...

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