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Brrf, brrf! Mensaje
instantáneo. Paqui abre un ojo. Son las ocho de la mañana y tiene que asistir a
su recurso de peluquería y estética en la UFIL de Puerta Bonita. Antes
comprueba el mensaje y mientras esboza una sonrisa, confirma las teorías evolucionistas
sobre la importancia evolutiva del pulgar oponible, que maneja con gran
destreza al responder con celeridad.
-
Brrf, brrf! Delante
del desayuno, Paqui lee otro nuevo mensaje y responde a Pepe acompañando sus
palabras de una foto que muestra su sobao pasiego, café y zumo. Se enzarzan en
un intercambio de textos y se pasa el tiempo del desayuno, dejando el mismo
intacto, salvo por dos sorbos al café templado y un leve mordisco al sobao
mientras se levanta presurosa de la mesa.
-
Brrf, brrf!
En pelotas y con el agua de la ducha corriendo, Paqui mira alternativamente a
su iphone y al agua. Nota cierto nerviosismo mientras duda. Opta por contestar
el mensaje que la emplaza, como todos los días, a quedar con Lauri en la parada
del autobús, acompañándolo de una foto que le enviaron la noche anterior que
reza: “Atleti, campeón” apareciendo la Puerta de Alcalá a rayas rojas y
blancas.
-
Brrf, brrf! Ahhhh! –
exclamación nerviosa - le falta tiempo para maquillarse el rabo del ojo, como
ella denomina a la pincelada exagerada de eyeliner que le llega casi hasta la
sien, confiriéndole un aspecto bastante grotesco. Opta por llegar tarde pues no
va a dejar de ver los mensajes y maquillarse. “Me la suda” – verbaliza.
Al
salir de casa se palpa el bolsillo derecho donde está su iphone y se siente
segura. En el otro bolsillo, su paquete de cigarrillos y el mechero con la hoja
de marihuana con los colores de la bandera de Etiopía impresos.
- Brrf, brrf, brrf,brrf! Esta vez se
solapan varios chats y a Paqui le empiezan a sudar las manos notando una
especie de desasosiego estructural en su cabeza. Contesta a Lauri y le dice que
no la espere, a Saúl que es un borde, a Petri que los zapatos rojos, a Lucía
que Carlos está como un queso, a Karim que le enseñe a bailar, a Marina que lo
compró en Primark, a Manu que no tiene su mp3...
A
lo lejos, en un banco, un abuelo se pregunta qué puede hacer una chica, parada
como una estatua, desde hace 20 minutos al borde de la acera, sin cruzar, con
algo entre las manos que la embelesa.
Paqui
llega a la UFIL una hora y media más tarde y permanece en la cafetería sin
entrar a la clase de D. Octavio debido a que prohibió el uso de móviles durante
su hora de clase. Paqui no vuelve a pasar por ahí tras estallar en cólera el
día de la prohibición, teniendo que pasar media mañana en el despacho del Jefe
de Estudios. Al salir descubrió que tenía 280 mensajes y le dio un pequeño
ataque de ansiedad que tuvo que sofocar “doblándose un chuflo de maría”.
Al
salir de la cafetería se encuentra con Alvarito, su “papichulo”, como a ella le
gusta llamarle. El chico la increpa por qué no le responde las llamadas de
teléfono, pues éste, por rebeldía, no
tiene mensajería instantánea. “Te tengo que decir algo muy importante”...Brrf,
brrf! – Alvarito se pone a hablar mientras Paqui atiende a su iphone, sin
prestar atención a las palabras del chico.
Al
cabo de un rato, mientras escucha algo sobre mechas, Paqui se esfuerza por
pensar qué ha pasado con Alvarito y no logra determinar ni de qué han hablado
ni cuándo se fue... En fin! – piensa.
Un
repentino dolor agudo le hace salir de su ensimismamiento. Tiene una cita con
“la prima comunista” que le recuerda cada 28 días su condición de mujer. Al
salir del baño se recompone atusándose el cabello, reajustándose el pecho y,
girando media vuelta, se mira el trasero en el espejo, -“culito, siempre firme”
- mientras aprieta de forma intermitente los glúteos - . Mano derecha al
bolsillo delantero y al palpar el iphone se siente mucho mejor, en sintonía con
el mundo.
De
camino a clase lo revisa y la visión de la pantalla la paraliza: 226 mensajes!
Un sudor frío recorre su espina dorsal y tiene la sensación de que va a vomitar
de forma irremediable. Se para y decide salir a la calle: necesita
imperiosamente un cigarro. Sale sin rumbo, apretando fuertemente el aparato y
sin perder la vista de la pantalla, no percatándose de la moto que se aproxima
por su izquierda.
-“No
te preocupes. Estás sedada, en el hospital. Tienes vendados los ojos. Estás en
observación por un golpe en la cabeza. Has dormido un día entero. Tranquila,
soy Gorka y te voy a dar de desayunar” – escucha Paqui como entre sueños.
Paqui
nota la presencia del enfermero que se acerca a ella y le produce una sensación
de hormigueo que no recuerda haber experimentado. Un leve roce en su mejilla le
provoca un erizamiento de todos los pelos del cuerpo. Le encanta esa sensación
mezclada con los calmantes. Al no ver, la incertidumbre de que pueda volver a
acercarse le provoca una sensación primaria. El enfermero le lleva algo a la
boca, lo mastica lentamente y le provoca un deleite que la hace salivar más de
lo habitual. -“Es un sobao Martínez”, comenta Gorka. Paqui tiene la sensación
de no haber probado nada igual, y no se lo explica, cuando los desayuna todos
los días.
-“¿Qué
tal estás?” – pregunta Alvarito mientras se aproxima para darle un “popito” en
los labios. Paqui siente los labios del chico y solícita entreabre la boca y le
da un beso húmedo que sorprende al muchacho por su duración e intensidad. Paqui
experimenta una gran excitación sintiendo que se desarma por dentro de cintura
para abajo, no pudiendo controlar el torrente que siente desbordarse, notando
cómo le sube fuego por las mejillas. No puede entender cómo experimenta una
sensibilidad tan extraordinaria con sólo tener los ojos cerrados.
-“Sólo
vengo a desearte suerte y a despedirme” –comenta Alvarito.
Paqui
llora desconsolada mientras le cuenta a Gorka, el enfermero, la conversación
mantenida por la mañana con su “ex papichulo”, comentándole que le habían dado
un trabajo en Barcelona en un garito en la playa y que quería que se hubiera
ido con él.
-“Imagínate,
en la playa, yo que nunca he visto el mar. Es mi sueño” le comenta al
enfermero.
El
chico se cansó de esperar y de la indiferencia mostrada por su chica hacia la
ilusión no compartida por ella desde hace años de irse a trabajar a un sitio
con mar. Por fin llegó y no sintió la ilusión con él.
Mientras
charlan, Paqui experimenta otra oleada de buenas sensaciones al percibir el
olor corporal de Gorka mientras la cambia el vendaje. Es un olor natural, como
de hormonas, que conecta su cerebro reptiliano con sus instintos más básicos.
Ensimismada, escucha el hilo musical y siente una gran emoción por esa música
desconocida para ella que hace que brote una lágrima de sus ojos cerrados que
Gorka percibe y le pregunta: -“¿Estás bien? – “Sí, ¿quien toca eso? – Wagner-
“responde el enfermero”.
Paqui
se siente turbada y sensible ante tanta emoción a flor de piel y no entiende
cómo no ha sentido ninguna de esas sensaciones anteriormente. Comparte el
pensamiento con Gorka.
-“Esto
te pasa porque estando aquí puedes permitirte tener calma para enfocarte sin
prisas en las cosas una a una y percibir con los otros sentidos las cosas
sencillas que te rodean al no poder ver...”
-“¿Tienes
novia?”, le pregunta Paqui.
-No.
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