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jueves, 25 de abril de 2013

La psicóloga


- “Mi propuesta es la teoría del caos, adaptada a mi manera; despides a treinta de golpe en vez de uno a uno y en ese estado tan desproporcionado de sorpresa que provocas, consigues que nadie reaccione. Eso acojona mucho”. – Le comentaba el Director de Recursos Humanos al resto de responsables presentes en una reunión de una empresa de gestión de reformatorios juveniles en Madrid -.

- “Desde luego, que bien aprendiste esas teorías de izquierdosos perroflautas cuando eras representante sindical, Ismael, no me gustaría ser tu enemigo, por esa capacidad que tienes de manejarte en el engaño”- comentó el Gerente -.
Ismael, comenzó a sudar copiosamente, no sabía si por algún sentimiento de vergüenza o por alguna reacción física de su orondo corpachón que a veces le jugaba malas pasadas.
Así fue como Sara, pasó a engrosar las filas del paro, pasando de su despacho de Psicóloga, decorado de manera ecológica y funcional, a un banco en el Parque del Retiro, donde le llevaron sus pasos sin definir aquella mañana de Mayo. Pensaba en lo que puede cambiar la vida en un minuto, aunque le costaba hacerse a la idea que lo pudiera provocar una decisión arbitraria, de alguien que transmitiera un sentimiento tan profundo de desprecio a los que le rodeaban, por su amoralidad, falta de criterio y aspecto poco agraciado. Encendió un pitillo y pensó: -“Soy psicóloga y como tal debo utilizar mi mente racional o neocórtex y no permitir que me capture la amigdala. Tengo que ser proactiva y pensar que las crisis son cambios y que saldré reforzada. Mientras cobro el subsidio, me hago un viaje, pierdo peso, comienzo a correr y me pongo guapa, como esa chica que viene corriendo por allí”.
Al pasar a su altura, Sara, mira fijamente el letrero de la camiseta de la atractiva y sonriente chica en medio de su pecho recauchutado y lee:” Las chicas buenas van al cielo, las malas a todas partes”
-“Pero que coño” –piensa-.
Con la determinación de su inteligencia emocional y la ayuda sin fisuras de un grupo de chicos, que lo darían todo por ella como pago al cariño y ayuda recibidos durante su andadura profesional en el reformatorio, urdió un plan que denominó: “Teoría del caos”, cuyo fin era provocar el mayor daño posible de manera simultánea al causante de su giro vital.
Choni se encargaría de la hija, Lolo y Rafita de su mujer, Hicham de la casa y Lino del coche. Ella misma visitaría a Ismael en su despacho.
Cuando se dirigía hacia allí, era consciente de su determinación y de la rabia que sentía ante tanta arbitrariedad e injusticia, corrupción e impotencia que se vivía en la sociedad actual y pensó que había dejado de ser una ciudadana ejemplar. Se imaginaba saliendo en la red como una especie de vengadora social, apoyada por muchos y eso la reforzaba en su irracional determinación.
Sara abre los ojos lentamente, parpadea. Chasquea la lengua y nota sabor dulzón a Jack Daniels.
Se siente un poco mareada, se sitúa y reconoce el salón de su casa. Sobre la mesa hay restos de tabaco de liar, su mechero Zippo, un vaso vacío, al igual que la botella y un ejemplar de “Escritos de un viejo indecente” de Bukowski. En ese instante no puede distinguir si todo ha pasado en la realidad o en los efluvios alcohólicos de su siesta de tarde de sábado, aunque mantiene un recuerdo muy real. Se ve ella misma encañonando a Ismael, fijándose en el redondel de la marca que deja la presión que ejerce sobre su cara, mientras maniatado y de rodillas, con el torso desnudo, suplica por su vida, aterrado de miedo y vergüenza pues desde adolescente le provocaba gran ansiedad que una mujer pudiera ver al natural la desmesurada barriga que le tapaba por completo los genitales, confiriéndole un aspecto grotesco similar a algún tipo de homínido en estado de evolución.  

domingo, 7 de abril de 2013

El hijo


Leo es un joven de 16 años. Aparentemente es igual que los demás, aunque al conocerle, hay algunos detalles que le hacen diferente. Su tatuaje del antebrazo izquierdo que reza: pepinilloconanchoa@hotmail.com en letra gótica, su costumbre de dormir con un mono de trabajo, incluso en verano, adquirida tras superar la infancia y las incursiones nocturnas del abuelo a su cama. También hay que resaltar el profundo deleite que experimenta cuando se pelea y ve brotar la sangre en su rostro o en el de su contrincante, su falta de apego hacia las cosas materiales, su habilidad quirúrgica para detectar los puntos débiles de otras personas y aguijonearlas hasta hacerles perder el control, la variedad de etiquetas con las que le han llamado la retahíla de psicólogos que ha conocido en las distintas residencias de protección donde ha vivido (TDH, trastorno disocial, desorden afectivo, etc). Tampoco olvidemos  que nunca conoció a su madre y que el único recuerdo de su padre sea en el suelo en posición antinatural tras haber bebido toda la tarde...
Sin embargo, a pesar de que a Leo le gusta creerse único, tiene cuatro rasgos inconfundibles para toda la tribu adolescente, que a su pesar, le hacen formar parte de ella. Siente miedo ante el futuro, se “raya” con cierta facilidad, podría estar todo el día picoteando y tiene intacta su capacidad de amar, que descubrió al conocer a Lucas, un educador de su última residencia que le hacía sentirse querido, relajado, protegido e importante, y que con solo mirar su antebrazo izquierdo experimentará la misma sensación de serenidad que con su presencia, manteniendo la certeza de que nunca le dejará sólo.