Leo es un joven de
16 años. Aparentemente es igual que los demás, aunque al conocerle, hay algunos
detalles que le hacen diferente. Su tatuaje del antebrazo izquierdo que reza: pepinilloconanchoa@hotmail.com
en letra gótica, su costumbre de dormir con un mono de trabajo, incluso en
verano, adquirida tras superar la infancia y las incursiones nocturnas del
abuelo a su cama. También hay que resaltar el profundo deleite que experimenta cuando se pelea y ve
brotar la sangre en su rostro o en el de su contrincante, su falta de apego
hacia las cosas materiales, su habilidad quirúrgica para detectar los puntos
débiles de otras personas y aguijonearlas hasta hacerles perder el control, la
variedad de etiquetas con las que le han llamado la retahíla de psicólogos que
ha conocido en las distintas residencias de protección donde ha vivido (TDH,
trastorno disocial, desorden afectivo, etc). Tampoco olvidemos que nunca conoció a
su madre y que el único recuerdo de su padre sea en el suelo en posición
antinatural tras haber bebido toda la tarde...
Sin embargo, a pesar de que a Leo
le gusta creerse único, tiene cuatro rasgos inconfundibles para toda la tribu
adolescente, que a su pesar, le hacen formar parte de ella. Siente miedo ante
el futuro, se “raya” con cierta facilidad, podría estar todo el día picoteando
y tiene intacta su capacidad de amar, que descubrió al conocer a Lucas, un
educador de su última residencia que le hacía sentirse querido, relajado,
protegido e importante, y que con solo mirar su antebrazo izquierdo
experimentará la misma sensación de serenidad que con su presencia, manteniendo
la certeza de que nunca le dejará sólo.
los lucas tienen-tenemos que hacer muchos roles en una figura...
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